miércoles, mayo 24, 2006

El arte de discutir

En el colegio e instituto nos enseñan cosas básicas e importantes como leer, escribir, sumar… pero luego se empiezan a meter en campos que no nos sirven para nada en la vida real como por ejemplo las raíces cuadradas.
Por otro lado, hay otras competencias que sí son importantes desde un punto de vista del desarrollo personal del individuo. Una de ellas es, sin lugar a dudas, el arte de discutir.
Discutir en sí, podría ser visto como algo maravilloso, como un arte en esencia. Al igual que cualquier arte, necesita de observación, estudio y reflexión antes de ser capaz de discutir “bien”. Si el individuo no recibe una buena formación para discutir, se podrá dar lugar a casos en la vida real como los siguientes:
“””-A mí no me gusta España porque es un sitio en el que uno no se puede sentir seguro: hay muchas violaciones, robos, delincuencia…
-Pues yo me siento seguro en España, yo creo que no es para tanto.
-¡Oh! Pero, ¿te gustaría que violaran a tu novia? ¿Te gustaría?
-No.
-Ah, vale, entonces me das la razón”””
Realmente, cuando hay argumentos así en una conversación es cuando uno se da cuenta de que con esa persona no merece la pena discutir.
También uno se puede contrar fácilmente con que sus argumentos objetivos sobre un tema son rebatidos, no con otros argumentos, sino con insultos por parte del otro lado o con descalificaciones del tipo “Tú no tienes ni p___ idea del tema”, “anda, cállate”, “eres un ignorante…”.
Por otro lado, están los “absolutistas”, es decir, aquellos que saben muchísimo de un tema y no quieren hablar de ello con otras personas que no son especialistas por no haber estudiado un determinado tema o vivido una determinada situación. Así, nos podemos encontrar con respuestas como: “¿Y tú qué sabrás si no estabas allí? Yo sí estuve allí y sé que la realidad fue así, así y así…”. Una cosa es hablar sin ningún conocimiento de causa y otra muy distinta es no poder hablar de la guerra civil porque uno no vivía en esa época. Mire usted, quizá un doctorado en algún asunto de la guerra civil sepa más de ella que el soldado que fue al frente y sólo vio un pedacito de la guerra.
Luego están los que sacan sus frases prototipo del estilo: “Ya, pero no todo el monte es orégano. Mira, por ejemplo…” o “Ya, pero eso es como todo. Por cierto…” y te cambian de tema rápidamente porque no les interesa o porque están viendo que los estás convenciendo y no quieren dar su brazo a torcer.
Son de muy diversos tipos los que no quieren dar su brazo a torcer nunca: unos se ponen agresivos (sobre todo si es de algo que les toca emocionalmente como la religión o el sentimiento nacional); otros te dan la razón de mala manera, como a los tontos “Vale, tío, que tienes razón, venga”; y los que se quedan sin ningún argumento pero así se siguen negando: “Mira, tío, no tienes razón y punto, así que cállate ya”.
También están los que se ponen a hablar de cosas que no tienen nada que ver con el tema en cuestión y le rompen toda la dinámica a la discusión.
Otro aspecto destacable de lo que no hay que hacer es hacer un uso incorrecto del volumen de la voz. La gente está muy acostumbrada a que el que más chilla tiene la palabra; lo cual sería correlativo a que el más fuerte de un grupo (entiéndase por fuerte el que puede darle una paliza a cada miembro de un grupo) pudiera decidir qué planes hacer y qué planes no.
Opuesto a esto están los que cogen el turno de palabra que suele durar entre 20 y 40 segundos y se tiran 5 minutos hablando de chorradas. Cuando alguien quiere incluir algo de información, estas personas que hablan tanto salen con “No me interrumpas” y siguen con su rollo durante otros 5 minutos más.
También están los que se creen que por repetir sus argumentos una y otra vez con las mismas palabras o cambiándolas un poco van a tener más razón y van a convencer más. Esta estrategia aburre y puede incluso dar resultado si a la gente no le importa mucho dicha decisión y quieren que se calle, pero no es una victoria por argumentos, sino por plasta.


Seguro que mis lectores pueden incluir a mil estereotipos más en las discusiones: el sabiondo, el animal, el agresivo, el cerrado de mente, el simple, el excesivamente complejo…

Sin embargo, el objetivo principal de este pequeño ensayo no es otra cosa que denunciar que se debería estudiar el arte de la discusión en colegios e institutos como una materia obligatoria. Es esencial en una sociedad “política” como la nuestra que nuestros ciudadanos sean capaces de llegar a puntos en común a base de argumentos lógicos y sin engaños. Realmente, el estudio de la argumentación llevaría a los ciudadanos a ser mucho más libres y no dejarse engañar por pobres argumentos que han sido elaborados de una forma muy inteligente para que parezcan lógicos y coherentes.
Por ejemplo, durante la guerra fría se decía en EEUU que, como el enemigo principal, la URSS, era comunista, el comunismo era el enemigo de EEUU. De esta forma, se encarceló a mucha gente por sus ideales políticos. Sin embargo, eso es un silogismo falso: un comunista estadounidense podría querer lo mejor para su país, aunque éste tuviera un régimen comunista.
Eso sería como decir que los homosexuales son gente, los estadounidenses son gente, por lo tanto los estadounidenses son homosexuales. Si las personas que se están formando no son capaces de diferenciar lo que es un argumento pobre, una mentira encubierta, de una verdad, estaremos siempre siendo engañados por personas que sí conocen esos mecanismos y, por lo tanto, nuestro voto no será libre. Y cuando uno no es libre de elegir sino que lo engañan, no existe la democracia como tal.
Por todo esto, es más importante saber discutir (métodos de persuasión) en una sociedad democrática que la mayoría de las asignaturas que se aprende en el colegio e instituto.
En fin, os dejo con un silogismo falso: Dios es amor, el amor es ciego, S. Wonder es ciego, por lo tanto S. Wonder es Dios.

2 Comments:

Blogger A.Jiménez said...

;-)... matrícula de honor en el 34... lástima que haya 68 más. Si supieran que de éste podrías hacer una tesis...

10:41  
Anonymous Anónimo said...

Me ha gustado bastante, a partir de ahora cuando estemos en una conversación y alguien salga por alguno de estos cerros de Úbeda, nos miraremos sonreiremos y diremos: - Como decía aquel en su blog...., no merece la pena hablar contigo- ...jajajajaja. Espero que no sea yo ese muchas veces;-P
Un abrazo.
Manuel.

03:10  

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