lunes, enero 30, 2006

La duda

Lo malo de ser libre al tomar una decisión es que uno se puede equivocar. Hay muchos trabajadores que son felices cumpliendo órdenes sin cuestionarse si su método es el óptimo, si lo que hacen es bueno para las personas de su alrededor o no. Esa gente, al no pensar, al no tener que decidir, es feliz en ese sentido. Pero también, mirándolo desde otro punto de vista, son lo más parecido a una máquina, a un ordenador: orden y acción.

La equivocación es siempre un riesgo -a veces mayor, a veces menor- que debemos estar dispuestos a asumir. Pero mucho peor que equivocarse mucho es el hecho de dudar. Copiando parte de aquella frase de la velocidad mata, podríamos decir que la duda mata, pero en otro sentido. La duda mata por dentro, destruye algo que es básico en todo ser humano: la moral, la confianza en uno mismo.

Si la duda sirviera para que sopesemos mejor los pros y las contras de cada decisión y, por ende, acertar en la mencionada decisión, estaría genial. Sin embargo, ¿cuántas veces hemos hecho un examen, hemos contestado y al repasar hemos cambiado algunas respuestas... dándonos cuenta después de que habíamos cambiado respuestas correctas por incorrectas?

Es como cuando un jugador de fútbol no sabe si chutar a portería o pasarla y al final se queda en el medio y ni la pasa al compañero ni dispara, hace un pase fuerte en medio y se pierde la pelota. O un jugador de baloncesto que duda tanto el tiro que al final no lo encesta, pero más por dudar que por otra cosa.

Resulta ser tan malo ser un cabeza cuadrada y no cambiar de opinión nunca como dudar tanto que al final no podemos hacer nada bien ni convencidos de haberlo hecho bien. Paradójicamente, es tan malo pensar mucho como no pensar. Como casi siempre, en el término medio está la virtud.

1 Comments:

Blogger Todolmundo said...

Pues no sé, Dinko. La duda es la base de la ciencia y del avance de la humanidad. Si uno no duda de lo que ya está establecido, de lo que se encuentra cuando viene al mundo, no pone nada en cuestión y a nadie se le acabaría ocurriendo nada mejor que lo que había antes. Es el caso de las leyes de Newton y la de la Relatividad de Einstein, que corrigue las del primero.

La duda produce el cambio, o por lo menos las ganas de cambiar algo. Durante miles de años se tuvo por bueno que los reyes habían sido nombrados por Dios para que guiaran a los diversos pueblos. Cuando eso se puso en duda, no se pudo demostrar el origen divino de los reyes. Eso produjo una serie de revueltas y revoluciones, que sí que es cierto que produjeron desgracia, asesinatos e injusticias, pero al final provocaron que el pueblo se gobernase a sí mismo. Eso ocurrió en la Revolución Francesa, pero mucho antes en la Independencia de Estados Unidos, país que puso, por primera vez en la historia, el nombre del dueño del país: "Nosotros, EL PUEBLO..." Pero para poder llegar a poner eso y obligar a la primera potencia mundial a reconocerlo, tuvieron primero que dudar del derecho divino del Rey Jorge. Y tras la duda, viene la investigación, y la decisión. Y luego, lo más fácil es conseguir lo que se ha decidido hacer.

Lo que has dicho de los trabajadores que no toman ninguna decisión --y eso yo lo extendería a todos los ciudadanos, que por no dudar han perdido su condición de tales y se han convertido en súbditos-- es cierto: no puede existir la felicidad --concepto que curiosamente aparece también en la Constitutción de Estados Unidos de 1776, aún vigente, por cierto-- si no hay riesgo, si no hay duda, si no hay intento de cambiar las cosas, si al final no se puede decir: esto lo he conseguido yo. Los trabajadores de *Un mundo feliz* de Aldous Huxley eran felices con su ración de soma. Los súbditos de hoy en día son felices con su televisión, donde se le dan sus juicios ya hechos y "pret à porter".

Finalmente, estoy en desacuerdo con ese famoso dicho, creo que de Leonardo da Vinci, de que la virtud está en el término medio: el término medio entre matar a diez personas o a ninguna es matar a cinco. Y yo prefiero mantenerme toda mi vida en el *extremo* de no matar a nadie. Por otro lado, entre tener dos mil millones de euros a mi disposición, y no tener ni uno, yo no prefiero el término medio de tener quinientos millones de euros, sino *el extremo* de tener mil millones.

Naturalmente, esto se podría matizar bastante, y supongo que lo que intentaba decir don Leonardo era que uno no debería excederse nunca, y no optar a más de lo que pudiese digerir. Pero hay muchas variables en juego, la vida no es sencilla, o por lo menos simple, pues todo está interrelacionado.

09:22  

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