miércoles, mayo 24, 2006

Y de repente aparecen unos sellos...

Bueno, la política de España ha sido siempre, es y será un cachondeo. Ha habido una serie de cambio de ministros justo antes de que saliera una sentencia condenando a los policías que arrestaron indebidamente a dos militantes (que no militares, aunque hoy día en cualquier partido son más fanáticos que el peor de los militares) del PP. No se ha podido demostrar que agrediesen a José Bono en una manifestación, así que los policías han sido condenados a cárcel por dichos arrestos.
Una semana antes de tal fallo judicial (qué gracioso que es el lenguaje, directamente dice que los jueces fallan, que suena a equivocarse), José Bono ha dejado la política como “minijtro” y José Antonio Alonso, antiguo ministro de interior, pasa a ser ministro de defensa.
Obviamente, el ministro J.A. Alonso ya no puede dimitir como ministro del interior por estar en defensa. Sin embargo, él es el máximo responsable de que la policía arreste ilegalmente, algo que no se hacía desde tiempos de la república que tanto defiende el señor Zapatero.
Sin embargo, qué casualidad que haya salido el escándalo de los sellos al día después de dicho error judicial, quiero decir, fallo judicial -¿en qué estaría yo pensando?-.
Cuando se comete un asesinato, lo primero que pregunta la policía a familiares y amigos es si había algún enemigo del asesinado o si tuvo problemas con alguien. Lo segundo que preguntan es ¿A quién puede interesar que esta persona esté muerta?
Pues bien, lo mismo hay que preguntarse aquí: ¿A quién beneficia que se desvíe la atención del titular de los periódicos? Al gobierno. Estos son los típicos golpes de efecto que hacen quienes nos gobiernan para que no pensemos que hacen lo que quieren y NUNCA hay responsabilidades políticas.
¿Qué hace Rajoy? El discursito de niño bueno de la clase: “Yo voy a pedir responsabilidades políticas”. Se está cachondeando de ti, Mariano, tanto la media España socialista como la otra media que no sabe ni lo que es. Con razón el gobierno hace lo que quiere, teniéndote a ti de oposición… la llevamos guapa.
González no se fue cuando los escándalos de corrupción y nadie salió a la calle a protestar, Aznar critica a Zapatero por dialogar con terroristas cuando él también lo dijo y Zapatero y sus ministros hacen de las suyas y la gente sigue en su sillón viendo la cadena cuatro.
Merecemos una España mejor: una en la que no estén ni ESTOS socialistas ni ESTOS populares.

El arte de discutir

En el colegio e instituto nos enseñan cosas básicas e importantes como leer, escribir, sumar… pero luego se empiezan a meter en campos que no nos sirven para nada en la vida real como por ejemplo las raíces cuadradas.
Por otro lado, hay otras competencias que sí son importantes desde un punto de vista del desarrollo personal del individuo. Una de ellas es, sin lugar a dudas, el arte de discutir.
Discutir en sí, podría ser visto como algo maravilloso, como un arte en esencia. Al igual que cualquier arte, necesita de observación, estudio y reflexión antes de ser capaz de discutir “bien”. Si el individuo no recibe una buena formación para discutir, se podrá dar lugar a casos en la vida real como los siguientes:
“””-A mí no me gusta España porque es un sitio en el que uno no se puede sentir seguro: hay muchas violaciones, robos, delincuencia…
-Pues yo me siento seguro en España, yo creo que no es para tanto.
-¡Oh! Pero, ¿te gustaría que violaran a tu novia? ¿Te gustaría?
-No.
-Ah, vale, entonces me das la razón”””
Realmente, cuando hay argumentos así en una conversación es cuando uno se da cuenta de que con esa persona no merece la pena discutir.
También uno se puede contrar fácilmente con que sus argumentos objetivos sobre un tema son rebatidos, no con otros argumentos, sino con insultos por parte del otro lado o con descalificaciones del tipo “Tú no tienes ni p___ idea del tema”, “anda, cállate”, “eres un ignorante…”.
Por otro lado, están los “absolutistas”, es decir, aquellos que saben muchísimo de un tema y no quieren hablar de ello con otras personas que no son especialistas por no haber estudiado un determinado tema o vivido una determinada situación. Así, nos podemos encontrar con respuestas como: “¿Y tú qué sabrás si no estabas allí? Yo sí estuve allí y sé que la realidad fue así, así y así…”. Una cosa es hablar sin ningún conocimiento de causa y otra muy distinta es no poder hablar de la guerra civil porque uno no vivía en esa época. Mire usted, quizá un doctorado en algún asunto de la guerra civil sepa más de ella que el soldado que fue al frente y sólo vio un pedacito de la guerra.
Luego están los que sacan sus frases prototipo del estilo: “Ya, pero no todo el monte es orégano. Mira, por ejemplo…” o “Ya, pero eso es como todo. Por cierto…” y te cambian de tema rápidamente porque no les interesa o porque están viendo que los estás convenciendo y no quieren dar su brazo a torcer.
Son de muy diversos tipos los que no quieren dar su brazo a torcer nunca: unos se ponen agresivos (sobre todo si es de algo que les toca emocionalmente como la religión o el sentimiento nacional); otros te dan la razón de mala manera, como a los tontos “Vale, tío, que tienes razón, venga”; y los que se quedan sin ningún argumento pero así se siguen negando: “Mira, tío, no tienes razón y punto, así que cállate ya”.
También están los que se ponen a hablar de cosas que no tienen nada que ver con el tema en cuestión y le rompen toda la dinámica a la discusión.
Otro aspecto destacable de lo que no hay que hacer es hacer un uso incorrecto del volumen de la voz. La gente está muy acostumbrada a que el que más chilla tiene la palabra; lo cual sería correlativo a que el más fuerte de un grupo (entiéndase por fuerte el que puede darle una paliza a cada miembro de un grupo) pudiera decidir qué planes hacer y qué planes no.
Opuesto a esto están los que cogen el turno de palabra que suele durar entre 20 y 40 segundos y se tiran 5 minutos hablando de chorradas. Cuando alguien quiere incluir algo de información, estas personas que hablan tanto salen con “No me interrumpas” y siguen con su rollo durante otros 5 minutos más.
También están los que se creen que por repetir sus argumentos una y otra vez con las mismas palabras o cambiándolas un poco van a tener más razón y van a convencer más. Esta estrategia aburre y puede incluso dar resultado si a la gente no le importa mucho dicha decisión y quieren que se calle, pero no es una victoria por argumentos, sino por plasta.


Seguro que mis lectores pueden incluir a mil estereotipos más en las discusiones: el sabiondo, el animal, el agresivo, el cerrado de mente, el simple, el excesivamente complejo…

Sin embargo, el objetivo principal de este pequeño ensayo no es otra cosa que denunciar que se debería estudiar el arte de la discusión en colegios e institutos como una materia obligatoria. Es esencial en una sociedad “política” como la nuestra que nuestros ciudadanos sean capaces de llegar a puntos en común a base de argumentos lógicos y sin engaños. Realmente, el estudio de la argumentación llevaría a los ciudadanos a ser mucho más libres y no dejarse engañar por pobres argumentos que han sido elaborados de una forma muy inteligente para que parezcan lógicos y coherentes.
Por ejemplo, durante la guerra fría se decía en EEUU que, como el enemigo principal, la URSS, era comunista, el comunismo era el enemigo de EEUU. De esta forma, se encarceló a mucha gente por sus ideales políticos. Sin embargo, eso es un silogismo falso: un comunista estadounidense podría querer lo mejor para su país, aunque éste tuviera un régimen comunista.
Eso sería como decir que los homosexuales son gente, los estadounidenses son gente, por lo tanto los estadounidenses son homosexuales. Si las personas que se están formando no son capaces de diferenciar lo que es un argumento pobre, una mentira encubierta, de una verdad, estaremos siempre siendo engañados por personas que sí conocen esos mecanismos y, por lo tanto, nuestro voto no será libre. Y cuando uno no es libre de elegir sino que lo engañan, no existe la democracia como tal.
Por todo esto, es más importante saber discutir (métodos de persuasión) en una sociedad democrática que la mayoría de las asignaturas que se aprende en el colegio e instituto.
En fin, os dejo con un silogismo falso: Dios es amor, el amor es ciego, S. Wonder es ciego, por lo tanto S. Wonder es Dios.

Libertad para con uno mismo

Está de moda el no fumar, el no beber, no comer carne, no chillar, no poner el cuerpo al límite físicamente (pensad en la muerte súbita), el no correr ningún riesgo… incluso hay gente que no sonríe a carcajada suelta para que no se le haga arrugas en la piel.
Sin embargo, ante esta corriente tan saludablemente sosa quiero romper una lanza por los que hacen lo que les da la gana aunque se les diga que es malo:

-Un aplauso para los fumadores, que ven que “el tabaco mata” en cada cajetilla y siguen fumando. ¿Cuántos años lleva fumando Carrillo?

-Otro aplauso para quienes comen carne teniendo gota, los que toman dulces aun sufriendo de azúcar, los que tienen piedras en el riñón y seguís bebiendo…

-Otro aplauso para aquellos que ponen al límite su cuerpo en maratones y otras competiciones físicas. Si os morís, que os quiten lo corrido.

-Otro para quienes sonríen a carcajada suelta a los cuarenta y cincuenta. Es más bonita la cara llena de arrugas de felicidad, que una cara tersa de tristeza.

-Otro aplauso para los que beben, conducen y además no matan a nadie ni cometen ninguna infracción. ¿Cuántos años llevan así un cuarto de los jóvenes que conocemos?

-Y por último, un aplauso en general a todas aquellas personas que hacen lo que les da la gana, poniendo su vida en juego pero no la de los demás.

Porque os podrán quitar el carnet, dinero, la vista o la vida, pero nunca os quitarán la libertad.

Despertaste, viste, te desilusionaste

Hubo un tiempo en el que creíste que algún día serías mucho más de lo que eres. Hubo un tiempo en el que te creías capaz de todo y ahora te das cuenta de que no es así. Hubo un tiempo en que fuiste un niño que pensaba que sería una gran persona cuando fuera mayor y ahora te miras al interior y descubres que no eres tan grande, tan importante, tan admirado como antaño pensaste.

Es en esos momentos cuando estás triste, cuando ves que tus sueños no se han cumplido, que tu ser no es más que lo que te han dejado ser; cuando descubres que te hiciste mil ilusiones y tan sólo has hecho realidad cien. Aunque en esos momentos pienses que no merece la pena hacerse ilusiones con respecto al futuro, no dejes de hacerte millones más, porque entonces no harás realidad un diez por ciento de ellas y dejarás de tener la ilusión por vivir.

El gobierno de las libertades

Según dice Zapatero, Maragall y cualquier socialista que se precie: El PSOE es sinónimo de progreso, igualdad y libertades. ¡Y yo me lo creo!
La última ha sido una ley que está en proyecto de tramitación, mediante la cual en Las Ramblas (¡ostras! Lo he escrito con “ñ”, ¿está mal?), corazón comercial de la ciudad de Barcelona, no se podrá vender nada “español” como una muñeca de sevillanas, una bandera de España con el toro o una guitarra clásica para decorar.
En cambio, a partir de dentro de poco con la aprobación de esta ley, se deberá vender productos típicos catalanes, que muestren la cultura del “país”.
Es decir, que si un estadounidense (aunque se más fácil decir americano) de camisa hawaiana o un japonés de cámara de fotos quiere comprar algo típico español, se tiene que ir a un sitio que no sea tan comercial. Lógico. Si el vendedor quiere darle al turista lo que el turista quiere por un lado; y por el otro lado el turista quiere comprar lo que el vendedor tiene en la tienda, ¿quién es el gobierno para meterse por en medio? ¿Es eso libertad para el pueblo?
Si el gobierno catalán quiere conseguir más y más poder para utilizarlo de esta forma, esto es, oprimir al pueblo, se pueden meter SU igualdad, SU progreso y SU libertad por el mismo sitio que el fracaso de estatuto que han aprobado.
Algún día esta etapa de la historia de Cataluña será llamada “la dictadura del nacionalismo”.

Derecho a equivocarse

Bueno, después de ver que la sociedad intenta que seamos perfectos, que duremos mucho tiempo y en las mejores condiciones, ¿por qué no hablar de la equivocación?

Está mal equivocarse: si pronunciamos mal en nuestra lengua en motivo de mofa en adultos y corrección en los pequeños. Si decimos mal una palabra en otra lengua, nos corrigen. Si vamos de un punto a otro de la ciudad y no cogemos el camino más corto nos preguntan “¿por qué no has ido por la calle ésta? ¡Era mucho más corto!”.
Mire usted: ando por donde me da la gana y hablo como me da la gana pues si no se me entendiera, sería mi problema. ¿Quién se ha creído usted que es para corregirme? Si se habla bien o mal no es con respecto a la lengua de Dios, sino con respecto a la forma de hablar de los que tienen dinero. ¿Y si quiero darme un paseo y no tengo ganas de ir por esa calle aunque me ahorre más tiempo? Total, para lo que voy a hacer, ¿qué más me da andar algo más?
Nos estamos empezando a convertir en automátas que siguen una serie de reglas siemplemente porque en teoría nos hacen mejores. Debemos tener derecho a equivocarnos y a seguir equivocándonos si así lo creemos oportuno.
La libertad es algo más que las opciones que nos dan para elegir. La libertad no ha de venir de fuera sino de dentro.